Cada cartuja es un desierto, un lugar donde los ruidos y rumores del mundo están excluidos. Este desierto adquiere realidad y forma concreta en las pequeñas ermitas donde moran los monjes, camino de retorno de la “región de la desemejanza” a la tierra prometida de la visión de Dios. Aquí esperamos “aferrar lo eterno”, como nos ha prometido Quien nos atrajo al desierto para hablarnos al corazón.
El Camino de la Cartuja
El Papa Benedicto XVI en una memorable homilía, en la visita que hizo a la cartuja de Calabria, donde murió san Bruno y se conservan sus reliquias, definía magistralmente lo esencial de nuestra vocación:
Abandonar las realidades fugaces e intentar aferrar lo eterno.
Carta a Rodolfo, 13
En esta expresión de la carta que vuestro fundador dirigió al preboste de Reims, Rodolfo, se encierra el núcleo de vuestra espiritualidad: el fuerte deseo de entrar en unión de vida con Dios, abandonando todo lo demás, todo aquello que impide esta comunión, y dejándose aferrar por el inmenso amor de Dios para vivir sólo de este amor.
La Cartuja es un oasis singular, donde el silencio y la soledad son custodiados de modo muy especial, según la forma de vida iniciada por san Bruno y que ha permanecido sin cambios en el curso de los siglos. «Habito en el desierto con los hermanos», es la frase sintética que escribía vuestro fundador. La visita del Sucesor de Pedro a esta histórica cartuja no sólo quiere confirmaros a vosotros, que vivís aquí, sino a toda la Orden en su misión, muy actual y significativa en el mundo de hoy.
Homilía del Santo Padre Benedicto XVI, Iglesia de la Cartuja de Serra San Bruno, Domingo 9 de octubre de 2011